martes, 22 de mayo de 2012

Impotencia, dolor e indignación

Lunes, 21 de Mayo de 2012

Sr director:

Mi nombre es Silvana, soy la hermana mayor de Diego Iván Pachao, el joven muerto el pasado 14 de marzo luego de agonizar dos días en el Hospital San Juan Bautista. Allí ingresó prácticamente muerto, con un cuadro irreversible, como consecuencia de dos hemorragias cerebrales, después de estar detenido aproximadamente 15 horas en la Comisaria Séptima de esta ciudad Capital.
En realidad, esta carta va dirigida a los señores fiscales y jueces, a quienes están al frente del Gobierno, es decir, a todos aquellos que corresponda o puedan intervenir en el esclarecimiento y búsqueda de justicia por la muerte de mi hermano. También me dirijo a la sociedad, a cada uno de sus integrantes, para que conozcan el caso, se solidaricen con quienes estamos padeciendo esta muerte injusta, para que nos acompañen y nos apoyen en el pedido de Justicia, sobre todo para que no olviden, porque el olvido conduce a triunfo de la Impunidad y la corrupción.

Mi hermano no era un delincuente. Fue detenido por personal de la Comisaria Séptima, el 11 de marzo, cuando transitaba por Avenida Los legisladores. Sí, estaba ebrio, como lo están muchos jóvenes un domingo por la mañana. Pero no estaba provocando disturbios, ni haciendo daño alguno. Cuando lo detuvieron fue por defender a su amigo, Leonel González, al que personal de la Comisaria Séptima pateaba mientras estaba tirado en el suelo. Diego sólo se acercó pidiendo que dejen de golpearlo y les dijo que quería acompañarlo a donde lo llevaran. Esa fue su condena. La conocida Averiguación de Actividades y Medios de Vida fue sólo un pretexto para arrestarlo.
Después de eso, muchas dudas e incertidumbre. Testimonios encontrados. Un médico que asegura haberlo visto y certificado que estaba en buen estado. Su amigo que declara que aparentemente a Diego nunca le hicieron la revisación médica. Lo cierto es que Diego ingresó a la Comisaria Séptima por sus propios medios y salió de allí, 15 horas después, en una camilla inconsciente, tiritando, con fiebre, sin dilatación de pupilas, vomitando sangre y con vómito de sangre seca, pegada a su pecho, con un tiempo de 5 hs. aproximadamente. Lo cierto es que luego de ser maltratado y torturado, Diego comenzó a sentirse muy mal desde la tarde de aquel día y aunque él y sus compañeros pidieron ayuda, sólo lo tiraron en un patio para que “le diera aire y se componga”, sin brindarle la atención clínica necesaria. Y cuando nuestra madre fue a buscarlo y rogaba al oficial a cargo que vean cómo estaba su hijo, durante tres horas fue burlada por todo el personal de guardia. Todos aseguraban que Diego “dormía profundamente”, porque había estado “charlando”, y que le darían la libertad recién al cumplirse las 24 horas. ¡Qué curioso! A su amigo, el que portaba el arma blanca al momento de la detención, lo liberaron a las 12 horas.

Cuánta delincuencia acechando a cada ciudadano de la provincia: arrebatos, asaltos, asesinatos, violaciones, patotas, venta ilegal de drogas, entre otros. Y en ese momento ¿Dónde están las autoridades que deben velar por el orden y la seguridad? ¡Cuán difícil es para ellos cumplir con sus obligaciones! Sin embargo, qué fácil les resulta ensañarse con un chico inocente e indefenso ostentando sus armas e investiduras. ¡Cobardes! Sólo así pueden aparentar la autoridad y competencia de las que carecen.
A dos meses del asesinato de mi hermano, ninguno de los imputados está detenido. Nos dicen que debemos tener paciencia y respetar los tiempos del proceso, los tiempos de la Justicia que no son los mismos que los nuestros. Entonces, así como debemos resignarnos a la pérdida de nuestro hermano porque unos miserables decidieron sobre su vida ¿pretenden que además nos resignemos a que sus asesinos permanecerán libres? Mientras nuestro hermano está muerto y sólo podemos tenerlo en recuerdos, sus verdugos aún caminan libremente por las calles y disfrutan junto a sus familias cada momento de sus vidas. ¿Eso es Justicia?
Así como es el Estado el que los proveyó de armas para ejercer la autoridad y no lo hicieron o abusaron de ello, es el Estado el que debe garantizarnos que los crímenes cometidos por sus subordinados no queden impunes y que se les aplique la ley rigurosamente como a cualquier ciudadano común, sin privilegios ni miramientos de ningún tipo. Por lo tanto, y aunque entiendo sobre la división de poderes, es una lástima que las máximas autoridades provinciales afirmen que no pueden intervenir ni controlar las actuaciones de la Justicia. Como es repudiable que unos funcionarios de seguridad apoyen públicamente las aberraciones de su personal con el propósito de defender la institución.

Catamarca vive hoy el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar. Sin embargo, hoy, en democracia, la historia se repite una y otra vez: uniformados que arrestan sin razones, que abusan de su autoridad y violan los derechos humanos, que se burlan del sufrimiento de quienes están bajo su resguardo y deciden sobre sus vidas. Uniformados que actúan con total impunidad porque se sienten omnipotentes e intocables. Por lo tanto, a más de tres décadas y más allá de las variaciones de regímenes, se sigue agraviando a seres humanos, en nombre de la ley, del orden y la seguridad.
A la sociedad, espero que comprendan que hoy cualquier chico puede ser Diego Pachao, un ser pleno de juventud, fuerte, con la sangre galopando por sus venas, una vida que fue coartada por la maldad humana. Comprendan que todos estamos expuestos a las falencias de la policía. La pregunta es ¿Hasta cuándo? La muerte de mi hermano no debe ser en vano. Debe servir para demostrar que en Catamarca la Justicia existe y para que este sistema llamado “de seguridad” cambie y se erradiquen aquellos resabios dictatoriales.
Desde que nos arrancaron a Diego sólo clamamos Justicia por una muerte que no debía ser. No queremos un “chivo expiatorio” sino que los verdaderos responsables paguen por sus abusos. Lamentablemente ni la Justicia podrá devolvernos a mi hermano y la cicatriz quedará para siempre, pero en tanto la Justicia no llegue Diego Iván será una herida abierta, sangrando de impotencia, dolor e indignación.

Silvana Daniela Véliz

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